Compartiendo mis experiencias

En éste "blog" pretendo compartir mis experiencias y lo que aprendo de ellas como madre, esposa, hija, hermana, amiga, profesional, entre otras cosas. Los retos que me ha presentado la vida y los que me presenta y como trato de ver el lado positivo de cada situación...aunque aveces sea un reto.

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miércoles, 1 de febrero de 2012

Vivir con una fobia

Desde mi niñez les he tenido un miedo terrible a los perros y animales en general (no a los insectos). Solo puedo identificar un posible evento en mi vida (fue en mi niñez y relatado por mi madre) con un perro que entiendo fue lo que ocasionó mi miedo. Luego de vivir años: brincando verjas, trepándome en muebles, corriendo, trepándome en autos, una vez hasta me estrellé contra una cruz de marta (es una planta) cuando corría bicicleta porque un perro me perseguía, entre mil otras cosas que he hecho, fui diagnosticada (hace 2 años) con Cinofobia (fobia a los perros). Yo tenía mí sospecha que la padecía, ya que mi miedo iba más allá de lo lógico, cuando estaba cerca de un perro me sucedía lo siguiente: sudada, se me ponían las manos frías, gritaba y me ponía frenética (si se me acercaba), perdía el control completamente. Lo más curioso era que si estan amarrados y los aguantan yo los puedo tocar.
Como he expresado en “blogs” anteriores, cuando se tienen hijos a uno le cambia la vida, la perspectiva de las cosas y hacemos cosas más allá de lo imaginable. Mi hija Adriana (la mayor) ha sido una amante de los animales desde pequeña… ¿Cómo?, pues sencillo, yo he sufrido tanto por mi fobia que nunca le quise demostrar mi miedo, siempre ha estado expuesta a los animales. Tengo una hermana que también es amante a los animales y a mi esposo también le gustan, así que ellos siempre han sido los que la exponían y la exponen e iban con ella a todos sitios donde habían animales, yo tomaba las fotos y le decía que me daban alergia (que es una realidad, ya que soy alérgica al pelo de animales) y ella por mucho tiempo lo creyó así (luego lo mismo se repitió con mi hija menor). Llegó el día que pidió un perro. Por mucho tiempo pude persuadirla ya que ella y su hermana eran alérgicas y no podían tener animales (tuvieron un conejo y hubo que regalarlo por esa razón), también yo tenía que ser responsable con el perro, ya que requieren mucho cuidado, es una decisión bien importante tanto para la familia como para el animal y tener un perro es una gran responsabilidad.
Leah a los 10 días de nacida

Luego de varias campañas y yo tratar sola de resolver mi fobia (por supuesto sin éxito) me sometí a terapia... ¡fue muy fuerte! En noviembre de 2009 comencé asistiendo a un lugar que dan clases de obediencia para perros e interactuaba con ellos (tengo que agradecer a mi hermana Carla que siempre me apoyó, ayudó y formó parte de éste proceso), el problema era que no tenia continuidad (pues no tenia perro en la casa). Así que decidí (porque aunque mi esposo estaba también loco por un perro, el me entendía y no me presionaba… ¡tanto!) que de regalo de Navidad se le regalaría una perrita (siempre quise que fuera hembra) a las nenas. Luego de hacer búsqueda intensiva (gracias al internet) y consultar diferentes personas fuimos en busca de una Maltés y dimos con nuestra futura perrita. Así fue como conocimos a Leah a los pocos días de nacida.

Leah el 12/25/2009 (Tres semanas)
Fue la primera vez en mi vida que tuve un perro en mis manos (mi fobia apela al tacto, el animal no puede tener contacto con mi piel), fue una gran emoción y un orgullo para aquellos que me conocen y saben de mi fobia. Dos semanas después Leah llegó a casa (tengo que hacer un paréntesis para decir que fueron muchas las promesas de mis hijas de cuidar de la perrita, que se iban a encargar de ellas y serian muy responsables) y ¡llegó con instrucciones! Ahí fue cuando en realidad la cosa se puso seria, tenía eso que me causa un terror increíble en mi hogar, tan tierna y tan indefensa, ¿Cómo le puedo tener miedo a esa perrita? Luego de varias semanas comenzamos la terapia con Leah y aunque me imaginaba un poco como seria, jamás es lo mismo que experimentarlo. Para hacer el cuento largo corto, la misma consta de interactuar con Leah y manejar la ansiedad, la doctora media el nivel de ansiedad del 1 al 10 y a veces la llegué a tener en 100. La parte más intensa de la terapia fue cuando me sentaron a Leah en la falda…pensé que iba a morir, grité, lloré, sudé y poco a poco el nivel de ansiedad bajó. La doctora lo que me quiso demostrar es que el nivel de ansiedad nunca sigue subiendo, baja hasta que llegamos a “0”. Les confieso que cuando llegaba a casa siempre estaba ansiosa (¡Leah es loca conmigo!) Por alguna razón dejé de ir a la terapia (no lo recomiendo), pero llegué a la mitad del camino, ¿Cómo es eso?, pues les cuento que si me pongo mahones “jeans” y tennis puedo tener contacto con Leah u otros perros y de verdad que eso es un logro; lo difícil es que estar en mahones no es mi estilo y los tennis los uso solo para entrenar (asi que casi nunca los tengo puestos en la casa).

Dos años han pasado desde que Leah llegó a nuestro hogar, mis hijas han seguido siendo responsables de TODO lo que tiene que ver con su perrita: cambiarle el “pad”, darle comida, ponerle agua, jugar con ella, bañarla, y todo lo que requiere tener un perro (muchas han sido las veces que les hemos tenido que recordar su responsabilidad, pero eso no es negociable, ellas querían perro…se tienen que hacer cargo) y estoy muy orgullosa de ellas (he escuchado infinidad de historias en las que los padres terminan encargándose de los perros de sus hijos).

Esta soy yo con Leah
 ¿Yo?…ahh! (suspiro) no he mejorado tanto. Para mí es un logro el solo hecho de tener la perrita en casa a pesar de mi fobia, ya no estoy ansiosa, ni nerviosa (quiero mucho a nuestra perrita, le doy sus galletitas y cuando cocino me mira insistentemente para que le de algún “treat”). Si veo un perro suelto hago mis respiraciones (¡bien profundas!) para bajar el nivel de ansiedad y cambio de rumbo. A mí me gusta trotar y una de las razones por las que no lo hago es por los perros realengos o sin su collar que hay por las calles y cuando lo hago estoy bien pendiente y los diviso desde la distancia.

Vivir con una fobia es algo bien difícil, son muchas las críticas y los comentarios que recibes, hay que tenerla para entender lo que uno no puede explicar y va más allá de la razón. Casi todas mis amistades y familiares siempre me han entendido y si voy alguna casa que hay perro lo guardan en alguna habitación para que yo esté tranquila (y se los agradezco infinitamente), algunos me forzaron a tener encuentros cercanos con ellos, me pusieron perros en la falda, me obligaban a estar cerca de ellos (fueron los menos… ¡pero me impactaron!).

Para concluir, si tiene niños o conoces alguno que tenga ésta fobia les recomiendo que los lleven a terapia, mientras más temprano y si tienen los recursos mejor, para poder vivir mejor. No se me ha hecho fácil, tengo fe en que la superaré cuando yo esté lista. Mientras tanto si ven algún celaje corriendo no se preocupen tal vez soy yo escapando de algún perro (que conste, ¡hace tiempo no me pasa!)

¡Hasta la próxima!

 
Leah con su primer "grooming"

 
Diciembre 2011 - haciendo travesuras!


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