La culminación del año escolar 2011-2012 fue intenso, Daniella terminó el año en su nueva escuela excelentemente (luego de un año interesante en términos de su salud), Adriana se graduó de 9no con excelentes notas, pero experimentó una de las situaciones más difíciles que se puede experimentar en la vida, la traición de una amistad o haber abierto los ojos ante una realidad que no quería ver (no voy hablar del tema, al menos en este “blog”, para no seguir dándole ningún tipo de energía y tiempo).
Ya lo he expresado en varias ocasiones, es sumamente difícil no poder proteger a tus hijos de las energías negativas, ni poder tener una varita mágica para desaparecer toda desilusión o situación difícil que tengan en la vida. Como madre son muchas las cosas que uno quisiera hacer, pero nos tenemos que quitar el sombrero y darle las herramientas para que se enfrenten a la vida y a las situaciones difíciles que se les presenten y las puedan superar de manera satisfactoria para que sean lecciones bien aprendidas y salgan fortalecidas de manera positiva.
Y eso fue lo que hicimos como familia, darle las herramientas para que comenzara fuerte y segura que en la vida hay muchas personas con diferentes formas de pensar y que ella debe mantenerse firme en sus ideales y forma de pensar, siempre y cuando no le haga daño a nadie, siempre teniendo presente que encontrará a las personas adecuadas en su momento.
El primer día de clases fue de mucha ansiedad para todos, ya que se enfrentaría a esa lamentable situación. Oramos mucho, le pedimos a Dios que la guiara, que la protegiera de todo mal y le diera paz (hoy y siempre). La dejé temprano en la mañana con mucha ilusión de esta nueva etapa y un poco nerviosa, confiada en que todo estaría más que perfecto. Adriana tuvo un día muy bueno, gracias a Dios todo estuvo en orden divino y está bien enfocada en estar bien, en la escuela y en prepararse para su futuro estudiantil y profesional.
Adriana en su primer día |
Todos los días le pido a Dios que le envíe un ejército de ángeles a mis dos hijas para que cuiden de ellas y las proteja de todo mal. Y aunque no lo crean, aún cuando son grandes ya, cuento las horas para ir a buscarlas a la escuela, estar con ellas y me cuenten cómo estuvo su día.
No importa cuánto crezcan, donde estén, siempre serán mis niñas adoradas y sé que Dios las guiará para ser personas de bien, logren sus sueños y sean felices.
¡Hasta la próxima!